jueves, 3 de julio de 2008

A los que no tienen nada que ver

A los que no tienen nada que ver
(publicado en Revista "La Esquina")
Por Nicolas Alessio
Días complicados si los hay. Peliagudos como los que más. El caos y la tensión se enseñorean sobre todos. Hasta el más controlado se quiebra, no hay nervios de acero que aguanten. Hace tres horas que pugnas por un poco de combustible, el bebe llora y tu mujer te aporta, "apurate que llegamos tarde". Los "movileros" te ponen el micrófono entre los dientes, la pregunta es siempre tan tonta como obvia: ¿"Como te sentís"? Y aquí quiero detenerme.
Demasiados para mi gusto, en demasiadas y diversas situaciones respondían: ¡"Y… nos afecta a los que no tenemos nada que ver"! Así contesta el improvisado comentarista de la realidad nacional y local. La respuesta parece también obvia. Yo no soy ni del gobierno, ni del campo, ni transportista, ni municipal, ni…. Pero… ¿cómo puede ser que alguien no tenga nada que ver? ¿Cómo puede ser que alguien piense y exprese que no tiene nada que ver? ¿Acaso es un extraterreno, un hongo? No es cierto lo que los MCS repiten "las víctimas son los inocentes ciudadanos". No seamos ingenuos. Nunca hay "inocentes ciudadanos". Es cierto, es más fácil ponerse afuera, lejos, remoto…"yo no tengo nada que ver". Y si. Es similar a aquello de "yo argentino". Y si, cuando las papas queman y necesitamos muchos que tengan que ver, más cómodo es borrarse o sentirse una cándida víctima. La carga de indiferencia de la respuesta es alarmante. Y hay otras al palo. Otros repiten haciendo gala de un simplismo aburrido "a mi los militares no me molestaban". Claro, tal vez porque no tenías nada que ver, no te jugabas por nada, no te preocupabas por nadie, no tenías sangre en las venas. O la fatídica "algo habrán hecho". Y claro hermano, claro que algo hicieron. Y ese es el mérito de los mártires y de los militantes. Hacer algo. Soñaron, buscaron, intentaron, se arriesgaron, se jugaron. Latían sus corazones por una sociedad de iguales, fraterna, justa, libre. En cambio, vos, nulo y ciego, impotente y temeroso.
Y sí, el "yo no me meto" da cierta seguridad. Hasta que tocan tu puerta. Y ya sabemos, vinieron por lo negros, por los locos, por los homosexuales…y vendrán por los que no tienen nada que ver, por los pusilánimes. Estamos infectados por aquella apatía y desinterés alimentada y consolidada por un sistema esencialmente individualista, competitivo, narcisista. Y aquí está el problema. Porque muchas veces "no tenemos nada que ver" tampoco tenemos "nada que hacer", "nada que decir", "nada que aportar". El "otro" es negado, excluido de mi vida. Y se hace realidad la frase tilinga de los tilingeros fashion, la muletilla de moda "…y bueno… nada". Así de simple. No sos nada. Y estás a un paso de no ser nadie. Un nadie peligroso, porque nos afecta a todos, a los que queremos ser. Si una mano se suelta, la ronda se cae. Cuando no nos involucramos, cuando nos ponemos "lejos", cuando "miramos para otro lado", son otros los que deciden. Y cuando dejamos que otros decidan, somos nosotros mismos los que sí tuvimos que ver, somos responsables. Por acción ú omisión, por lo que hicimos o dejamos de hacer, por lo que decimos o dejamos de decir.
Tal vez algunos prefieran dictaduras, monarquías, feudalismos, paternalismos. Ser protagonista, hacerse cargo de la propia historia, participar, es siempre más arriesgado. Arriesgado, pero digno. Arriesgado, pero pleno. Arriesgado, pero íntegro. El poder popular, la democracia popular, la democracia social, no es posible, no existe sin participación. Y participar es ocupar la parte que me corresponde. Soy parte. Y esa parte debe ser ocupada, debe ser lugar de combate, debe ser lugar de contienda. El poder como sustantivo, o el poder como verbo, el "podemos", no tiene lugar si no somos "parte de". El cacho de poder que nos corresponde. Es urgente tener que ver. Es urgente tomar partido. Es urgente ser parcial. No sirven aquí las imparcialidades de la inapetencia. Las imparcialidades de la abulia. ¿No será hora de empezar a tener que ver siempre y en todo lugar? ¿No será hora de responsabilidades sociales contundentes? ¿No será hora de señales nítidas, jugosas de compromisos? No dejemos que otros tomen nuestro destino por estar nosotros ausentes. No dejemos que otros nos resignen a ser marionetas del destino. Juguemos la partida. No miremos impávidos la historia. No dejemos que otros, sean los que siempre, tienen que ver.

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