lunes, 16 de agosto de 2010

“Somos los otros”

Por Ana María Fernández *

¿Por qué las generaciones más jóvenes de mujeres parecieran no interesarse en las acciones colectivas para optimizar sus posiciones de género? ¿Por qué toman tan naturalmente los lugares desde donde pueden partir para concretar proyectos personales? Parecieran olvidar que de allí parten porque lo ya obtenido es producto de muchos combates políticos de la historia de las mujeres. ¿No advierten que el actual repliegue a lo privado podría generar nuevas fragilizaciones?

¿Por qué, a medida que la academia iba dando cada vez mejores y más especializadas investigadoras en género, rara vez éstas se interesaban en indagar cómo las desigualdades de oportunidad de mujeres –generalmente pobres– podrían relacionarse con problemas de otras “minorías” o con cuestiones políticosociales más abarcativas? ¿Por qué avanzar en construir el oficio despolitizaba?

Ahora me pregunto si, en un mundo donde el neoliberalismo había desfondado de sentido las luchas emancipatorias de todo tipo, hubiera sido posible mantener acciones colectivas de envergadura en lo atinente al género. Por otra parte, ¿cuánto de las encerronas que las radicalidades que nuestros existenciarios generaron exigieron poner prudencia, sentido común, pragmatismo, cuidado, en los pasos a dar en estas nuevas mujeres, nuestras hijas? No se trata de mirar aquellas radicalidades con nostalgia o embeleso por el pasado. La soledad, la locura, el encanto patético por el margen no han sido temas menores en las pioneras. Frente a tantas irreverencias, ¿desde dónde discutirles las habilidades desarrolladas en asegurar territorios?

Las jóvenes harán sus propias ecuaciones; en muchas, seremos posiblemente parte de su linaje, pero no se trata de esperar de ellas continuadoras. Este momento histórico les pertenece. A ellas les toca pensar hoy qué hacer. De todos modos, muchas de nosotras seguimos ahí. Estamos a disposición.

También los jóvenes varones constataron los padecimientos, tanto de esas madres que se liberaron “demasiado” como de aquellas que no se animaron a desafiar el mundo que tenían.

Unos y otras tomaron nota de la incomprensión de esos varones de generaciones anteriores que se amurallaron en una masculinidad con mucho de estereotipo; conquistadores en serie, volcados al éxito público, sin poder aflojar y disfrutar lo más íntimo, lo más cómplice, lo más amigable del lazo amoroso.

Frente a tanto desgarro y desencuentro en el universo heterosexual, se ha puesto la mirada en algunos y algunas que incursionaron en erotismos y amores dentro de su mismo sexo. Diversidades sexuales en despliegue de invenciones donde parecían agotadas las lógicas binarias. Sin embargo, salidos del closet, a la hora de las conyugalidades parecieran perfilarse trampas similares a las que aprisionaron a la heterosexualidad. De todos modos, lejos se está de haberse dicho la última palabra.

Al tratar de desentrañar las diferentes lógicas que unen y enfrentan a hombres y mujeres, ¿por dónde pasan sus diferencias? ¿Es posible pensar las diferentes lógicas con que operan los géneros sexuales sin partir de sus desigualaciones históricas? ¿Cómo se han ido gestando sus modos de subjetivación, que presentan aún hoy tantas diferencias en las modalidades de individuación, construcción de autonomías y libertades de elección?

¿Puede pensarse que hoy se han agotado o desfondado su sentido las políticas de la diferencia? Sería un tanto extremo afirmar tal cosa, pero sí puede afirmarse que ningún grupo social que circula de modo desigualado verá cumplidas plenamente sus reivindicaciones y demandas sólo desde su diferencia. Por otra parte, la crisis mundial actual de las políticas neoliberales desigualará aún más a los grupos sociales ya desigualados. De distintos modos, sobre ellos recaerá el mayor peso de la crisis. Muchas de las conquistas y de las garantías logradas pueden perderse. Mujeres, negros, pobres, etnias, regiones geopolíticas subalternas, opciones sexuales no heterosexuales, jóvenes, pueden vivir aún peor.

Si, en el plano académico, es posible proponer reformulaciones conceptuales para permitir que los excluidos de un sujeto universal esencializado tengan lugar, visibilidad, voz, en el plano político se vuelve necesario articular en redes globales las historias y propuestas de la diversidad de grupos, sexos, etnias y regiones desigualados. No en un futuro utópico, no mañana, sino hoy para poder decir junto a Harvey Milk: “Somos los otros. Somos todos los otros”.

* Profesora en la Facultad de Psicología de la UBA. Texto extractado de Las lógicas sexuales. Amor, política y violencias (Ed. Nueva Visión).

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