sábado, 6 de marzo de 2010

Palabras oscuras que hablan por nosotros

lunes 1 de marzo de 2010

Sismo, terremoto, mega terremoto, maremoto, tsunami. O desastre, destrucción, desconsolación y cataclismo son algunas de las palabras que tratan de definir los últimos males de la tierra ahora concentrados en Chile, ayer en Haití y casi al mismo tiempo y en grados menores en Madeira, Portugal, o en Galicia, España. O en cualquier parte. Son palabras tan pesadas como default, colapso, recesión, derrumbe, depresión o quiebra, que describen nuestros males económicos y financieros contemporáneos. Todas son palabras instaladas cada vez más en el planeta. Para resumir nuestros males sociales se usan pauperización, hambruna, xenofobia, exclusión y marginación, entre otras más negras como los condenados o los nadies. La adjetivación negativa define nuestra época. Cuando no es algo espantosamente eventual lo que la motiva, es algo que atañe a la agenda corriente. Nos acostumbramos a aniquilación, genocidio, matanza y masacre. Como a caos, escándalo, dolor, explotación, injusticia y depredación. Ya enfrentados a lo terrible reaparecen entonces la solidaridad, la fraternidad, el socorro, la tolerancia y la compasión. Pero pasada la reacción del amor a nuestros semejantes, ahí se vuelve a las andadas; como si la naturaleza de la condición humana fuera más afín al mal que al bien, y estuviera más cerca de la desgracia que de la felicidad. El dolor de Chile, tan próximo que duele aquí hasta en el corazón más descorazonado, alcanza a doler en el mundo. Como pasa siempre cuando se duda si Dios promueve estos dolores o si Dios no pudo con el Diablo, los seres humanos victimizados se revelan en heroísmos y cobardías, sacrificios y miserias, generosidad y egoísmos. Durante horas se mantuvo en vilo a la gente ante la inminente y presunta ola gigante que taparía Hawai como una tumba de agua. En todo ese tiempo, desde nuestras casas esperábamos - como espectadores de un circo esperan que el tigre no se coma, o se coma, al domador - que aconteciera la gran ola sentados cómodamente. Como no vino, tuvimos el premio consuelo de que la ansiedad de los medios fuera burlada por la naturaleza. Después nos entretuvo el saqueo de los supermercados por la gente ya desesperada, de la apropiación de recursos para la supervivencia. No sé si antes de condenarla moralmente, se nos ocurrió pensar que haríamos nosotros en esas mismas circunstancias. Ante estos avances del horror nos preguntamos cómo logra el ser humano mantener la esperanza. Si en cada despertar cotidiano sucede algo negro. O sino, se lo inventa. Si todo es polémico. Si lo que se avecina es el caos. Si porque aumenta el precio de la lechuga y el cuadril se junta más rabia que la que deberíamos juntar cuando nos inundan con canales clandestinos o vaporizan con veneno, o cuando un petimetre rentado se hace el cocorito en el asiento del Banco Central. ¡Ah!, las palabras se pronuncian sin medir las proporciones entre lo grande y lo insignificante. Si vienen últimamente tan oscuras no es solo porque los medios y los palabreros las oscurecen. También porque los receptores no las aclaramos.


Carta abierta leída por Orlando Barone el 1 de Marzo de 2010 en Radio del Plata.



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